El libro que os traigo hoy se puede considerar un clásico de la ciencia ficción y, a pesar de ello, no se parece a ningún otro libro del género que yo haya leído. Llegó a mis manos como regalo de cumpleaños el año pasado y lo devoré inmediatamente. Año y medio después todavía recuerdo hasta los más pequeños detalles de la historia. Puedo asegurar que me impresionó y me dio qué pensar.
Como muchos otros libros de ciencia ficción, en Solaris tenemos un protagonista que acude a un planeta a hacer un informe. En este caso concreto, se trata de averiguar qué está pasando con la investigación que desde hace un tiempo se lleva a cabo allí.
Un viaje interestelar, un protagonista dispuesto a conocer la verdad, un planeta misterioso… hasta aquí todo lo que comparte este libro con el resto del género. Vayamos ahora a sus peculiaridades.
Lo primero que distingue esta novela del resto es, sin lugar a dudas, el clima. Un ambiente misterioso y claustrofóbico te atrapa desde el inicio de la lectura. Todos los personajes se comportan de modo extraño y te mantienes alerta, intuyendo que de un momento a otro va a ocurrir algo.
Pero la diferencia fundamental de esta novela es que aquí el protagonista no se enfrenta a posibles alienígenas, sino a un enemigo mucho más peligroso: el planeta de Solaris, que es un ser extremadamente inteligente y que para vencer a los recién llegados es capaz de utilizar los pensamientos y los miedos más profundos de los protagonistas. En esta pelea desigual humano/planeta, los terrícolas se verán expuestos al más difícil de los retos: luchar contra su propia mente.
Un clásico de la ciencia ficción difícil de catalogar por ser único en su género.
Con Solaris tuve un pequeño problema: vi la película (¿de Tarkowski?) antes de ver el libro, y como tantas otras veces, al llevar estas obras tan complejas a la gran pantalla muchas claves se pierden entre el simbolismo de la imagen. Pero sí, es una obra maestra, y un libro a recomendar a los amantes de la ciencia ficción… pero no a todos.
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