
Teniendo todavía en la retina las últimas líneas de «Dime quien soy», siento una mezcla de sensaciones muy definidas. Por una parte , la maravillosa sensación de haberme mezclado en la historia.
Por momentos me he sentido testigo privilegiado de las aventuras y desventuras de una formidable mujer. Los saltos en el tiempo que hay en la novela me servían para devolverme a la realidad. Un presente que servía para respirar.
Por el contrario, una vez acabado el libro, hago un pequeño repaso sobre la historia y no puedo sacar de mi mente el paralelismo con una película . La sucesión de acontecimientos, muertes, peligros, etc…que Amelia debe afrontar es inacabable. El ritmo al que se suceden todas estas cosas me recuerda a un guión cinematográfico, donde se debe condensar una vida en dos horas.
Pero sin duda me quedo con la primera sensación. Es fantástico cómo Julia Navarro consigue que la novela se quede dentro de nosotros. Cómo poco a poco vamos sintiendo la vida de Amelia como si fuera la nuestra. Reímos con su felicidad, sufrimos con sus desgracias y siempre esperamos al pasar la página ese final feliz que ella, más que nadie, se merece.
Un maravilloso viaje a través de una época oscura y sangrienta. Un recorrido histórico detallado, con unos protagonistas que se quieren hasta el final o se odian desde el principio. Pero no es una historia de buenos y malos. Es una novela de seres humanos que intentan flotar en un mar agitado y con tormenta.
Una sonrisa. Ese es mi recuerdo al cerrar el libro. Gracias por dibujármela.