
Para hoy, un pequeño libro. Pequeño por su extensión pero muy muy grande por su humor y crítica ácida. Escrito en plena época colonial, Daudet disecciona a la pequeña burguesía francesa, engolada en su mundo, ajena al resto de sus convecinos e inmersa en una fantasía continua sobre sus méritos para estar por encima de los demás.
Nuestro protagonista, Tartarin, es ese burgués sin oficio ni benéficio que revive a través de sus fantasías una vida que sólo existe en su mente. Unos sueños que terminan por jugarle la mala pasada de tener que hacerlas realidad para mantener el estatus que tiene entre los demás habitantes de su pequeña ciudad.
Una novela repleta de situaciones absurdas que buscan ridiculizar las ideas preconcebidas por la sociedad contemporánea al autor. La situación de los grandes imperios coloniales, Francia era uno de ellos, queda al descubierto en la persona y las aventuras que sufre Tartarin. Sonroja leer la supuesta superioridad que estos países creían que tenían sobre sus posesiones de ultramar. Incluso esas fantasías de las que presume él , que a fuerza de soñarlas y contarlas se convierten en la realidad, condicionan la forma de afrontar la relación con los habitantes de las colonias.
Leer esta pequeña novela es un regalo para los sentidos. Aparte de su sentido humorístico, la indudable calidad de su prosa hace de esta obra una delicia para todos los sentidos. Escrito de forma muy ágil, sin grandes diálogos ni descripciones, su lectura es sencilla y muy divertida.
Una propuesta para una tarde de verano. Con una sonrisa y una pequeña reflexión. Un libro que me acompañó en mi juventud y al que guardo mucho cariño.
Por cierto, atentos al camello. Ahí lo dejo. Una delicia.