
Una instantánea fotográfica es una herramienta muy potente para comunicar. Pero también lo es para tergiversar la realidad o para impactar sobre un suceso ocurrido. En este pequeño ensayo, Susan Sontag nos habla sobre el poder de la fotografía de guerra. Profundiza sobre el uso propagandista, a favor o en contra, que tradicionalmente se ha hecho de los fotógrafos bélicos.
Sontag nos transmite que una fotografía, una imagen que es objetiva en cuanto a lo que plasma, se convierte en subjetividad. Y cuando esa fotografía viene acompañada de un texto que la enmarca y contextualiza, el sentimiento de dolor puede ser aún mayor.
Y así comenzó en la guerra de Crimea (S. XIX) un uso «patriótico» de las imágenes con la intención de movilizar a la opinión pública británica. Fotografías creadas artificialmente, componiendo un escenario al servicio de una intención. Un movimiento que no ha dejado de crecer y modificarse. La guerra civil española supuso el primer conflicto donde fotógrafos profesionales quisieron plasmar el horror de la guerra de una forma espontánea. Una evolución que continúa hasta nuestros días.
Pero este pequeño ensayo no es un repaso a la historia ni tan siquiera una argumentación sobre el uso de la fotografía como arma de propaganda. La autora pone el dedo en la llaga al preguntarnos si la inundación de fotografías de guerra, del horror que nos provoca, no nos ha convertido en insensibles.
¿Cuánto horror somos capaces de asumir?, ¿es diferente el dolor ante una guerra en Europa que el que podemos sentir en una guerra de un lugar remoto?
Preguntas que nos dejan un poso de reflexión. Un ensayo sencillo en sus formas, intenso en sus párrafos y profundo en el debate que abre al público.