Hace unos años, en un entrañable intercambio navideño de amigo invisible con mis compañeras de estudios unedianas, me llegó a casa esta breve novela, que no llega a las 200 páginas y que me leí en una tarde.
Podría deciros que se trata de una historia de amor, aunque no le haría justicia. Se trata, más bien, de la historia de una fascinación. Un joven sin oficio ni beneficio fascinado por una mujer enigmática, algo mayor que él (no mucho, en realidad) y probablemente con mucha más vida por detrás.
París, Londres, Mallorca. El común denominador de toda la novela es un tono lánguido, donde cada una de las decisiones del protagonista, por muy extraña que fuera, parece irremediable, predestinada. Como si la atracción que siente por Jackeline fuera más fuerte que cualquier otra variable, incluido, desde luego, el sentido común.
Todo comienza con un encuentro casual en la calle, entre el protagonista y una simpática pareja que busca una dirección por las calles de París. No parece un modo adecuado de encontrar tu destino, pero así son a veces las cosas y su vida quedó desde ese preciso momento inevitablemente ligada a la de ella. Como en aquella vieja canción de Silvio Rodríguez, al protagonista se le queda prendida a la piel aquella mujer y no se le quitaría de las ganas, por mucho tiempo (que de pronto son años) que pasaran separados.
Silvio en Te doy una canción y Patrick Modiano en esta novela, creo que hablan de lo mismo: de la fascinacion que ejercen ciertos amantes de por vida, con independencia de que la historia de amor dure más o dure menos.
El sitio de mi recreo 