Publicado en Ensayo, Libros

New York, New York (Javier Reverte)

Tengo que comenzar diciendo que Nueva York no es uno de mis destinos soñados. No estaría desde luego, en mis 10 primeras propuestas de viaje; probablemente tampoco entre las primeras 50. Me da pereza. Demasiadas luces, demasiada gente, demasiadas compras. Además tengo la (probablemente falsa) sensación de que ya lo he visto todo sin necesidad de ir. La gran manzana no parece tener a estas alturas demasiados secretos.

Javier era consciente de esto cuando me regaló este libro. Quizá pensó que su tocayo era el único que podía convencerme de los encantos de la ciudad de los rascacielos. O tal vez decidió que daba igual el lugar que describiera Reverte, porque hablara de lo que hablara siempre es un placer leerle.

Javier Reverte viajaba como me gusta viajar a mí. Nada de hoteles de lujo y visitas apresuradas, a golpe de saeta de reloj. Para mí viajar implica tiempo y calma. Alquilar un piso y patear las calles, confundirse con los lugareños, coger el autobús, observar a la gente de alrededor. Porque si viajar implica conocer, a mí me interesa conocer culturas, formas de vivir, personas de carne y hueso y no solo monumentos, museos o grandes maravillas de la naturaleza.

Entrar en este pequeño ensayo (fotos interiores incluidas) implica aceptar la invitación de Reverte a pasar con él unos meses en su apartamento de Nueva York. Compartir sus paseos, pero también sus reflexiones, las historias que recuerda, las anécdotas que cuenta. Porque el encanto de Nueva York (ahora lo sé) no está solo en lo que encuentras cuando llegas, sino sobre todo en lo que puedes recrear si conoces las miles de historias que esconde. Por eso, Reverte, tranquilo, sabio, divertido, es el mejor Cicerone que uno puede tener.

Nueva York sigue sin ser mi ciudad favorita después de leer este libro, pero desde luego puedo decir que disfruté leyéndolo y que, después de recorrer sus calles página a página, la veo con más cariño porque en ella veo más cosas que antes. Gracias, Reverte.