Hay libros que son sorpresas muy agradables. Lecturas que se cogen por aburrimiento o en un momento en el que no se tiene otro libro a mano y que impactan de lleno, se leen casi de tirón y con una sonrisa en la mirada.
Cometas en el cielo pertenece a ese grupo. No esperaba en lo más mínimo una lectura tan fresca y amena. Bajo una sinopsis muy común se esconden unas páginas llenas de humanidad y ternura.
Conoceremos la historia de una amistad que sobrevive a la separación, al horror que marca de por vida. Pero sobre todo, leeremos una historia de amor fraternal y de perdón. Una conexión que dibuja la vida incluso estando separados.
Con un estilo muy ameno, su lectura es fluida y agradable. Pasan los capítulos y el interés crece a cada página. Nos convertiremos en observadores privilegiados de un Afganistán muy diferente al actual siendo este punto uno de los más bonitos de la novela. Cuesta imaginar esas ciudades, que todos hemos visto en las noticias devastadas por décadas de guerras, tan llenas de vida, con cines, restaurantes y tiendas. No hace tanto era la realidad de ese país y ojalá en un futuro no muy lejano todo vuelva.
Disfrutaremos de las pillerias de dos niños, tan iguales como nosotros hemos sido hace tiempo. Sonreiremos con sus juegos y nos evocaran a buen seguro una parte muy importante de nuestra infancia.
El autor, médico de profesión, nos lleva hasta su vida lejos de su país. Y no lo hace con clichés dramáticos de inmigración sino relatando de manera muy directa y humana el día a día de una comunidad que se ayuda y protege. No hay dramas ni recursos fáciles para provocar nuestra lagrima, sólo un relato de amor y apoyo.
Porque al final, aquello que nos es querido deseamos perdure con nosotros. Sea un amigo, un vecino o un familiar. Como uno de los protagonistas dice en varias ocasiones, «por ti lo haría mil veces».
Casi tantas como yo recomiendo su lectura.