Hay personajes literarios que traspasan los límites de sus páginas y entran en la categoría de mitos culturales, superando incluso la marginalidad de su historia.
Porque Drácula es la historia de un monstruo que nos acecha en la oscuridad atento a nuestras debilidades. Y su sola mención provoca el terror más primario que podemos sufrir. Sin embargo, la atracción que hemos sentido por él ha hecho que sea, de largo, la novela y el protagonista que más veces se ha llevado al cine.
Bram Stoker publicó su novela cuando ya rondaba los 50 años y no fue el primero que escribía sobre el vampirismo. Ya existian obras literarias que abordaban el mito del vampirismo, alguna de ellas muy cercanas al entorno de Stoker. Pero consiguió bordar una novela que se ha convertido, como su protagonista, en inmortal.
Hay tanta mitología en torno al libro como la que podemos encontrar en el personaje principal. Han sido más de 100 años de estudios, teorías, conspiraciones, que en muchas ocasiones cuesta discernir datos reales de aquellos que han alimentado la fantasía de sus seguidores.
¿Qué hace de Drácula un mito?
Podemos analizar su estilo espistolar, la capacidad del autor por sumergirnos en un ambiente gótico de perpetua niebla, la encarnación del mal en el vampiro, el papel relativamente moderno para la época de su protagonista femenino, la eterna lucha de la luz contra la oscuridad. Pero ni éstas razones ni algunas más que se quedan en el tintero podrían explicar el increíble éxito de esta novela. Un éxito que no fue inmediato, de hecho hasta mediados de los 80, no dejó de ser considerada una obra que se vendía en la sección de extravagancias y rarezas.
Leerla es exponernos a nuestra debilidad como humanos. Pero también es sentir la atracción irresistible de poseer el poder de la inmortalidad. Quizá sea esa la principal razón por la que Drácula ha salido de Transilvania para acompañarnos en nuestros sueños desde entonces.
Día: 21 de abril de 2021
Librería La General (Ainsa)
Esta Semana Santa aprovechamos el desconfinamiento perimetral de Zaragoza y subimos al Pirineo. Al llegar a Ainsa nos topamos con esta pequeña librería llamada La General y no pudimos evitar entrar a echar un vistazo.
Los más atentos ya habréis visto en una de las fotos la sorpresa con la que me encontré en el interior. Mi segundo apellido no es demasiado frecuente y, aunque no me consta que mi familia proceda de Ainsa, me hizo ilusión que un Chéliz fuera el fundador de este establecimiento.
Aunque, si os soy sincera, os diré que no me hacía falta este guiño de la casualidad para sentirme como en casa. Esta libreria tiene el encanto de los pequeños santuarios de libros. Destaco especialmente su buena selección de novelas gráficas. Sin duda es un lugar al que no dejaré de volver.
Ojalá encontremos siempre pequeñas librerías supervivientes allá donde vayamos. Porque para oxigenarnos, nada mejor que un libro como complemento de la naturaleza.