Abrir Calaveras Atónitas y comenzar a leer es coger un autobús a la Mequinenza de los años 50 de la mano de su más célebre paisano, el gran Jesús Moncada.
En la pequeña ciudad de provincias sobreviven y conviven las dos Españas. Como las dos caras de una moneda, pareciera que una no pudiera vivir sin la otra. Se observan, se critican, se insultan, incluso, pero en estas páginas la sangre no llegará al río.
Porque detrás de esta España cainita está Moncada con su sentido del humor, su prosa brillante, las situaciones imposibles, los comentarios irónicos, los giros del guion… y la España de postguerra, esa España que recordamos triste, gris y hambrienta, se convierte en sus manos en una fuente de luz. La Mequinenza de Moncada es España, pero no. Es, sencillamente, un lugar mejor de lo que fue.