Imaginen esbozar durante un año hasta el mínimo detalle de un libro y hacerlo sin escribir una línea. Ese fue el método elegido por Umberto Eco. ¿El resultado? Una de las mejores novelas del siglo XX. Un libro al que siempre se le ha adjudicado múltiples lecturas pero esta característica más que ser una rémora que nos aleje de su lectura nos acerca a una maravillosa obra.
Al lector que le apetezca un libro de misterio será feliz. Quien busque novela histórica acertará. Quien sea apasionado de la filosofía encontrará su sonrisa .
Es tal la magnitud de El nombre de la rosa que el propio autor publicó unos años después un apéndice donde explicaba múltiples detalles sobre su creación.
La acción sucede en una abadía en el siglo XIV, donde los protagonistas se dirigen para preparar un encuentro entre franciscanos y benedictinos y que será crucial para el futuro de la iglesia. Allí comienzan los asesinatos de monjes en extrañas circunstancias. Unos hechos que derivan en el enfrentamiento entre dos mentalidades. Por un lado la superstición, encarnada por Bernardo Gui, inquisidor, y por el otro, Guillermo de Baskerville, representante de un pensamiento deductivo y racional.
Aprovecha Umberto Eco para poner sus pensamientos en la voz de Guillermo y abrir un debate que se inició hace siglos y hoy sigue vigente. Pero no os preocupéis. No desvelare más.
Tal y como leemos en sus páginas: «Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir.”
Así que leed, disfrutad y llegareis a vuestras propias conclusiones.